Retazos del alma

Hasta luego

El abrazo de la nostalgia

No tenía muy claro como empezar esta entrada pero allá vamos.

Partiré hablando de la educación emocional. ¿Sabéis lo importante que es y lo poco que se trabaja en los centros educativos de cualquier etapa o nivel? Creo que es la base fundamental de cualquier ser humano para la búsqueda de su felicidad. Si está bien reforzada, tendremos personas más seguras de sí mismas y con menos problemas en su etapa adulta. Sin embargo, hablar de sentimientos, sobre todo de los malos, parece que sigue siendo una lacra social. Recuerdo que la primera vez que vi llorar a mi padre sentí algo muy raro. ¿Cómo podía estar llorando una de las personas que protegen a toda la familia ante un hecho que le descoloca y le entristece notablemente? Con el tiempo entendí que todo el mundo llora, y que es necesario hacerlo si no quieres volverte loco.

Hay personas que ocultan sus sentimientos como si fuesen su bien más preciado, que no digo que no lo sea, pero que es necesario mostrarlos, sobre todo para das pistas a las personas que tenemos cerca sobre los actos que realizamos. Pero, ¿cómo vamos a hablar de malos sentimientos si la gente no quiere escucharlos? Los jóvenes,  y no tan jóvenes, acudimos a las redes sociales como un escaparate de grandes momentos, los malos no recibirían “me gustas”, ¿verdad? No es lo mismo que yo cuente que estoy viendo un atardecer precioso o tomando una caña en un lugar espectacular a que cuente que llevo días y días llorando la perdida de una de las personas más importantes de mi vida. Parece que estar triste aleja a las personas. Sin embargo, estar triste es necesario, es un desahogo del alma que ayuda a entender mejor la felicidad. Aunque muchas personas ocultan su depresión, ansiedad o angustia porque no es bonito, no vende, no gusta.

Recuerdo una vez que mi madre cosía un botón mientas yo intentaba aprender punto de cruz. Todos los hilos se me enredaban en mis torpes dedos. No había forma de que aquello tuviese un sentido lógico para mí. Me sentía tan triste viendo que estaba dedicando mi tiempo a aquello que se lo hice saber a mi madre, quien me obligó a terminar aquella dichosa flor que todavía guardo como un tesoro. Al cabo de unas horas, me entregó un libro, La Cabaña del Tío Tom(qué gran libro si no lo habéis leído, aunque sigo sin comprender cómo me dejaba leer aquellas cosas siendo aún tan joven). El caso es que sentí la mayor de las dichas. Fue entonces cuando mi madre me dijo:

—La felicidad es esto. Los pequeños momentos de la vida. A veces estás envuelta en una época de mucha tristeza en la que un pequeño hilito de felicidad se cuela por la ventana para alumbrarte, o al revés. Solo depende de ti el tener una actitud positiva para dejar que esos pequeños hilitos se cuelen en tu vida para ir alumbrando y hacer desaparecer esa tristeza.

¡Qué sabio consejo me dio! Y desde entonces creo que es como vivo mi vida. Puede que esté atravesando la época más triste de mi vida y sin embargo, dejo que un millón de pequeños hilitos de felicidad se cuelen por ella. Porque, la tristeza hay que atravesarla, hay que dejarla salir, hay que comérsela con patatas para que mude a algo mejor.

Y ya como colofón a tan extraña entrada donde una macedonia de pensamientos se han mezclado con un ácido zumo de naranja, me quedaré con una palabra. El otro día estaba enfrascada en la nueva novela. Para un apartado necesitaba buscar preguntas que le harías a alguien para conocerla mejor (lo entenderéis cuando la leáis) y una de ellas, así como algo anecdótico y sin mucho sentido, ¿qué palabra elegirías entre todas las que hay en tu lengua? Unas por sonoridad, otras por significado… Yo elegiría nostalgia. Es una palabra que me encanta, y aunque en ella vaya implícito algo triste y decadente, para mí es una palabra preciosa cargada de gran magnetismo. Para mi gusto, alberga algo de positivismo porque en los recuerdos del pasado están los motivos de lo que eres hoy en día. ¿Por qué temer a la nostalgia de algo bonito? Por eso, yo me quedo con todos los buenos momentos aunque tenga que luchar con ellos. Me quedo con todo lo bonito que ha hecho que sea hoy quien soy. Y sin embargo, me quedo con eso para irme un tiempo a descansar. Como el que descansa de una maratón o el que descansa de un examen. Voy a descansar de todos esos sentimientos que agotan, que te agitan, que te hacen con nostalgia que tu cuerpo y tu mente no puedan más. Un apagón de redes sociales, en silencio, en calma. Como ese baño en el mar al atardecer donde la luna ya está clamando su atención. Un silencio que cure con paciencia. Como ya he dicho en alguna ocasión, no me gustan las despedidas. No me gusta decir adiós, sino hasta luego. Espero que cuando los árboles estén sin hojas y los primeros copos de nieve amenacen con caer, estar con mi nueva novela para regalar un montón de positivismo y buen rollo.

Y con todo esto, os digo hasta luego. Intentaré revisar el correo de vez en cuando. Recordad, sed muy felices, pero no os olvidéis que la tristeza también es necesaria.

Hydra Rosis.

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